Ya no tiene pesadillas. Ni siquiera tiene recuerdos. Corre, veloz, rauda, con gracia incluso, a través de la espesa selva. Ha salido de la nada. No sabe de dónde viene ni adónde va. Sólo tiene el ligero aroma a besos que alguien la ha procurado antes de nacer.
Sabe qué es. Lo siente, de alguna manera, dentro de sí. Debe de ser ese olor a
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